Una tarde un corcel desafió lo impropio,
sin importarle el tiempo ni el lugar.
Su único objetivo era el de acariciar
una bocanada de aire fresco.
Se tumbó en la hierba mojada,
alzó la mirada,respiro
y allí dónde jamás pensó encontrar,
una sonrisa le aventuró nuevas esperanzas.
Tal vez no existan finales felices establecidos
pero si arquitectos de nuestro propio destino
¿para que detenerse?